"Si lloro, ni sé ya por qué lloro."

jueves, 1 de julio de 2010

UNA SE VA QUEDANDO (fragmento)

Justo a mí me tenía que tocar, porque me pasan todas. Volvía de una reunión en el pueblo donde remueven los perendengues de abajo para arriba, que las actas volantes, que el registro anual de matrícula… Si yo tengo veinte alumnos y los veo venir desde una legua. Y después ellas me miran desde los pies hasta el turbante, no soy turca ni hice voto de llevarlo: mi pelo es de paja y no puedo calentar agua para lavarlo porque el Negro se olvidó de bombear. Y Cucú se me había ido no sé dónde: cuando se va, no vuelve hasta que anochece. Quise igual ir a la reunión del pueblo; yo sabía que no estaba en las mejores condiciones, pero necesito ir al pueblo de vez en cuando: en el campo una se va quedando. También quería llevar al médico a Chinchín, pero el médico no estaba.


En Moreno se rehicieron las doce, la hora del puchero, así que lo arrastré de vuelta, pobre viejo, pero por lo menos recorrió toda la Escuela Número Uno hasta los techos. Le dije:

- Esta es la Escuela Número Uno, es la principal del pueblo. Aquí estudió tu mamá.

No terminé de hablar que Chinchín ya galopaba por los patios y yo pensaba:

“Que se familiarice con una cosa distinta de vez en cuando”. Volvía de esa reunión, digo, con las planillas cuatrimestrales, las anuales y las complementarias y veo en la puertita de entrada de mi escuela una figura grande, con traje gris de elefante, anteojos y un portafolios. A mí me tenía que pasar, era la de Artacho, la inspectora. Chinchín se había sacado los zapatos y venía descalzo; yo se los llevaba en la bolsa, con las planillas y el pan que habíamos comprado en “La Aurora” de Moreno. Ella me dijo:

- Soy la señora de Artacho.

No dijo “Artacho”, decía “Artasho”.

"UNA SE VA QUEDANDO" en  "Guiando la hiedra"